En esta vida conocemos algunos temas solo de paso, bien porque no nos interesan o bien porque no le hemos dedicado el tiempo suficiente como para poder conocerlos con cierta profundidad.
Esto es lo que me ocurre a mí con la pintura: nunca me he puesto a pintar un cuadro y por lo tanto mis críticas o halagos hacia este arte tienen, para mí, escaso valor. Pero… tengo la suerte de que Lola, mi mujer, es una entusiasta de este arte. Me tiene la casa tan llena de sus cuadros, que empiezan a faltarnos paredes para poder seguir colgando sus obras.

¿A qué viene todo esto? Pues porque esta Semana Santa estuvimos visitando dos exposiciones de pintura en el Hospital de Santiago de Úbeda. En estos casos solemos, mi mujer y yo, hacer la visita cada uno por nuestro lado. Es la mejor manera de que cada uno, sin prisas, se recree en lo que más le llama la atención.
Terminamos de verla y, al juntarnos, me comenta que le había entusiasmado todo lo que había visto. En especial una de ellas, ya que además de gustarle la obra, había estado hablando con el autor y con su mujer. Estaba feliz porque le habían dado permiso para fotografiar unos cuadros que le habían impresionado.
Allí me tenéis, al día siguiente, cámara al hombro, dispuesto a fotografiar todo lo que me dijera. Y… se produjo lo inesperado: estaba haciendo las fotos cuando oigo que nuestro pintor había dado clase en la Safa. Dejo de hacer fotos para interesarme por este notición y resulta que nuestro pintor, José Luis García ‑natural de El Puerto de Santa María‑, ha sido alumno y maestro en la Safa de Úbeda. Y, además, es miembro de nuestra AAM‑SAFA.
Como os podéis imaginar, empezamos a recordar viejos tiempos y viejos profesores. Que si don Isaac, que si don Agustín, que si don Doroteo… Al decir don Doroteo, me interrumpe José Luis para decirme:
—Tienes delante de ti a la hija de don Doroteo ‑refiriéndose a su mujer‑.
No daba crédito a lo que oía. ¡Estaba conociendo a la hija de mi primer maestro en la Safa! Qué rato tan estupendo pasamos. Ana María Ocaña, la hija de don Doroteo, debió de pensar que se me había ido la “pinza” ya que me quedé absorto, al observar el tremendo parecido que tenía con su padre: los ojos eran de don Doroteo.
Como prueba de la obra de José Luis, aquí os envío tres fotos. Os recomiendo que veáis su obra ya que no creo que haya conseguido sus colores reales. Ya sabéis, la temperatura de color varía con el tipo de luz.
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Hablando de pintura, también os recomiendo que visitéis la siguiente página web de otro compañero pintor, Ángel Luis Segarra, que nos estuvo acompañando el día de la “foto universal”:
Un abrazo. Pepe Aranda.

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